El año 2014 no estaba siendo un buen año para mi. Acababa de terminar una carrera, seguía estudiando y ganaba algo de dinero trabajando en dos sitios a la vez. Pero por algún motivo, era incapaz de proyectar mi vida.

Seguía paso a paso un manual para un futuro que cada vez me interesaba menos alcanzar. Y aunque siempre había gente a mi alrededor, a menudo me sentía solo e incapaz de entenderme.

Una tarde de abril, G. Chef ejecutivo del lugar en el que trabajaba me lo dejó caer. Si quieres formarte j., has de ir a Barcelona y exprimir cada minuto que te puede ofrecer esa ciudad.

Tres meses después, desde el Coll la Teixonera y mirando un horizonte de luces, asfalto y mar, era imposible adivinar cómo esa ciudad cambiaría mi vida por completo.

Balcón en el Putxet

Siete años más tarde Barcelona es mucho más que un programa educativo:

Es cariño, amistad, colectivo y gente que no puedo admirar más.

También es cervezas, calle, barrios y vanguardias. Es las ganas de llegar y la urgencia por quedarme.

El temazo de Manel, Guineu, Dausá o Suu que en la puerta de atocha, significa una cosa totalmente nueva para mi.

Pero sobre todo es una forma nueva de mirar al mundo y mirarme a mi. De tomarme menos en serio, de reírme. A veces en otra lengua pero siempre convencido de que a la vuelta, hay algo que me volverá a emocionar.

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