“No es justo!!” decía Jorge cada vez que Antonia, su madre, le llevaba a la cama la crema de cacao que tanto le gustaba. “No sólo que me despiertes para hacer deberes, es que también me quitas la luz oscura!”.
Llevaba meses buscando esa luz allá por donde iba: en el patio, el parque, su habitación apagada. Incluso algún atardecer, buscaba desde el balcón en la penumbra de su calle a oscuras.

Sabía que su sueño era real, y sin embargo, a menudo entre sollozos se decía a sí mismo “No puede serlo! algo tan bonito tiene que ser fruto de mi imaginación!”. Aún así cada noche, cerraba fuerte los ojos con el deseo de volver allí donde no estaba seguro de haber estado.
Antonia, reflexiva como es, entre el aroma de su café sonreía recordando la noche estrellada en que los dos llegaron por fin a Oaxaca.

Aunque entonces despertarle le dio pena, su caminar entumecido hasta la cabaña y su hablar entre incrédulo, sorprendido y traqueteante eran el mejor recuerdo de un viaje inolvidable.
En su ventana, mirando a ese Madrid tan raro, vacío y silencioso, pero a su vez tan solidario y vivo, Antonia se repetía, “Si nos dejan Jorge, recorreremos el mundo para que puedas disfrutar de su luz!”

Juan Rodríguez Tornos
@jrguezt
Madrid, abril 2020
Que bonito Juan!!!
Un buen relato corto, Enhorabuena, Juan!
Espero que sigas escribiendo, te animo a hacerlo. Bss
Me encanta, Juan
Muy bueno, Juan!
¡¡¡No veo el momento de recorrer de nuevo el mundo!!!
Pero menos mal que nos quedan los recuerdos