A medida que pasa el tiempo desde que convivimos con el dichoso virus, se van optimizando diagnósticos, tratamientos y métodos de rastreo. Por suerte también van llegando las vacunas que ojalá, nos ayuden a poco a poco, ir recuperando aspectos perdidos de nuestra vida cotidiana.

Sin embargo, al tiempo que la ciencia avanza y optimiza el tratamiento clínico, ¿No deberíamos revisar con más exactitud la eficiencia y eficacia de algunas de las medidas que tomamos para controlar la propagación de la epidemia? Y afinar criterios sociales, económicos o incluso, de salud emocional y mental. Se podría hablar mucho, de infinidad de temas y desde tantos puntos de vista. Sin embargo, el enfoque que le quiero dar es el más próximo a mi situación personal. Las personas que viven solas.

Me explico, vivo sólo en un piso de 50m2 del bonito Barrio de General Moscardó en al lado del mercado maravillas. Vivo aquí sin convivientes (lo de sólo y solo mejor para un debate lingüístico) porque es un barrio asequible que me permite ir andando a casi todos mis lugares de ocio. Pero, sobre todo lo que más puede unirme a este barrio sea una línea de metro excelentemente comunicada con una oficina que no piso desde marzo del 2020.

¿recuerdas este domingo de enero?

Además de trabajar en casa desde entonces, también estudio un master con clases 3 días a la semana que se celebran online. Dicho de otra manera, en cierto modo la tecnología también me “arrebata” otra oportunidad de un “salvoconducto” para socializar y humanizar un mínimo.

En este contexto, el 28 de diciembre la comunidad confinó perimetralmente este barrio. Desde entonces, sólo hemos podido salir por fin de año y reyes. Con todo lo que ha pasado este año, se podría decir que es una eternidad.

No negaré que desde entonces, alguna tarde tonta, he cruzado la frontera principalmente para salir a correr o pasear, ver árboles, etc. Este barrio tendrá encanto, pero lo que viene siendo espacios deportivos, verdes o incluso culturales desde luego no le sobran. Lejos quedan ya los tiempos en los que Bravo Murillo llegó a contar con hasta 10 salas de cine tal y como cuenta historias matritenses en este post.

Tampoco que en un momento dado, he estrechado algún salvoconducto o incluso sobrevalorado alguna compra no tan urgente ni necesaria para aprovechar y ver a algún amigo o familiar. ¿Que pena no?.

imagen de la entrada a uno de los antiguos cines de Bravo Murillo. El Cine Cristal.

Si viviese a 3 calles de aquí, podría tomar el aperitivo con mis 5 amigos (grupo ideal para estos tiempos), pasear con mi madre por la sierra o leer al sol en una plaza. La ley madrileña me permitiría visitar la vivienda de mis mejores amigos y recibir ese calor tan de comer en casa que no es comparable con ir a un bar y que tanto necesitamos quienes vivimos solos estos tiempos. Incluso me estaría permitido testear mi estado de Salud y disfrutar de unas vacaciones en Canarias.

Sin embargo, mientras la normativa no tuviese un punto más de empatía, cero contactos estrechos (+20min sin mascarilla con alguien) en los últimos 10 días o cero contactos de ningún tipo más allá de los dos minutos que departes con los dependientes del horno, cajeros del súper, no serían suficiente justificación para poder superar el perímetro del barrio. Una bomba de oxígeno en la ya delicada situación emocional que pienso vivimos no solo quienes vivimos solos, sino todos los madrileños y madrileñas que necesitamos como sea vivir una tarde normal con quien queremos.

Juan R Tornos
@jrguezt

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